sábado, 24 de enero de 2015

LA DANZA DE LOS ESPÍRITUS por David Trashumante (Bonus Track de Deseo de ser piel roja).



Dices que no había nadie.
La tierra humeaba.
Canto Navajo

Ride the snake.
Jim Morrisón

Debéis enseñar a vuestros hijos

lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros:
que la Tierra es su madre.
Lo que le ocurre a la Tierra
también le ocurre a los hijos
de la Tierra...
Jefe Seattle,
Carta a Washinton, 1855


Oh gran Manitú,
lanzo una brizna de hierba al viento,
escucha crepitar la hoguera,
oye el agua que acalla a los peces
en las gargantas, las montañas
se quiebran de dolor, Manitú,
las praderas se cuartean
bajo los ojos de las águilas.

Oh gran Manitú,
escucha hoy el galope
rabioso de nuestros muertos:
de los Abekani, aquellos que vivían
por donde sale el sol; escucha
el correr del pueblo del río, los Achomawi,
y a los hombres pez, los Catawba,
escucha cómo silba el viento ante el vuelo
de los Absaroke y sus hombres pájaro.

¿No sientes ahora el frío de los Athena,
la gente del hielo?

¿Están contigo los Apalachee,
hijos del otro lado?
Ruedan por las quebradas
el pueblo de las rocas, los Avoyel,
con rabia y miedo.

Oh Manitú, Manitú,
ya se ahogaron todos los llantos
en los pantanos de los Bayogoula,
ya ardieron todos los imponentes tótems
que levantaban los Bidai,
los que pulen la madera.

Hoy Gran Manitú me embadurno la cara
con la arcilla blanca de los Atsina,
insulto al invasor con la lengua polvorienta
de los Cheyenne, escupo
sobre sus avenidas y autopistas,
antaño camino ancho de los Comanches,
sendas que recorrían veloces
los Pies Negros.

Somos hijos de los Lyiniwok,
que vivieron en esta tierra
desde el principio de los tiempos,
hermanos de los Chowwanoc
que vinieron del sur con los Chitimacha
y sus canoas esplendorosas;
amigos de los Chotal y los Choula,
padres y madres de los Cayuga
y sus tipis blanqueando las orillas.

Manitú. Oh Manitú,
devuélvenos la ferocidad de los Caluse,
la fortaleza de los Clallam,
el ardor de los Chipewa,
el sigilo de los Cherokee,
el hambre de hombres de los Atakapa,
la inteligencia de los Arapahoe,
la seguridad de los Kiowa,
la destreza de los Mohicanos,
la dureza de los Mohawk,
y el valor de los Apache.

Porque hoy lloramos como los Hidatsa,
y sus mujeres sauce, nos desangramos
sobre la tierra roja de los Fox,
donde yacemos como los cuerpos rojos
de los Houma, los Jicaque, los Kato,
los Delawere, los Havasupai y los Machapunga.

Nosotros queríamos la paz de los Hopi,
la serenidad de los Mdewankantowan,
la anonimia de los Illinois y los Iowa,
la dignidad de los Kickapoo,
la fertilidad de los Navajo,
la humildad de los Nagarransett,
y la constancia de los Omaha
que caminaban contra el viento.

Oh Manitú, Manitú,
marchitaron con su agua de fuego
la belleza de los Pahodja y alimentaron
la cobardía de los Papagos.

Sus promesas reptaron
más sibilinas que las serpientes
de los Sioux, Manitú.

Apagaron el sol de los Spokan
con sus disparos, masacraron
a las mujeres y a los niños de los Taino,
la buena gente, afilaron los cuchillos
de los amistosos Tejas y encendieron
la desconfianza de los Semínola,
los que no se juntaban con los otros.

Oh Manitú,
¿No escuchas los ecos de los cañonazos
disparando sin avisar contra los Wapekute?
¿No ves secarse el gran árbol de los Wichita,
emponzoñarse el agua de los Winnebago
romperse todas las vasijas de los Wasco,
arruinarse las cosechas de los Tuscarora y los Tubatulapal,
quemarse el pan de los Pascagoula,
pudrirse el pescado de los Nipmuck?

Oh Manitú, Manitú,
déjanos soñar de nuevo a la sombra de los Walapai,
y su tierra de árboles dormidos,
con que algún día volveremos como los Oglala
a extendernos por los las montañas y cañones,
por los valles, las praderas y las playas.

Oh Manitú,
tú que sembraste de estrellas el cielo,
escucha esta canción, contempla
esta danza circular de espectros.

Cantaremos hasta el amanecer,
saltaremos, rodaremos por el suelo
con nuestras cabelleras en llamas,
aún calcinados alzaremos los brazos
hacia ti, Manitú, y besaremos
con los labios en carne viva la tierra
encercada de nuestras reservas.

Oh Manitú, Manitú,
es para ti esta Danza de los Espíritus,
acuérdate de Cuervo Pequeño,
de Nube Roja, de Caballo Loco,
de Toro Sentado, del Jefe Seattle,
Diez Osos y Gerónimo.

Acuérdate de ellos, Gran Manitú,
y mata al rostro pálido, acaba
con su fiebre del oro, no le dejes
seguir matando.


David Trashumante, De A viva muerte (Baile del sol, 2015).


Si quieres escuchar este poema recitado por el autor:


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