sábado, 24 de diciembre de 2022

TRIPPERS FROM THE CRYPT por RODRIGO CÓRDOBA



He hecho tantas cosas en mi vida en lo tocante a la literatura, que la verdad sea dicha, de muchas ya ni me acuerdo: libros, prólogos y epílogos, cientos de presentaciones, jam y lecturas, antologías, entrevistas, ensayos y artículos, festivales, blogs y reseñas, y qué sé yo, a estas alturas de la película, qué más... Pero hay una que tengo siempre presente y jamás olvido: VINALIA TRIPPERS, donde se dieron cita, a lo largo y ancho de más de dos décadas prodigiosas, los mejores cerebros de mi generación.

RODRIGO CÓRDOBA se encargó de dar forma a su segunda época, con joyas como TRIPPERS FROM THE CRYPT, con espectacular portada de Mik Baro, que ahora, como regalo de Navidad y en su memoria, podéis videar y leer gratuitamente en este enlace:


Con el suplemento MASTER OF HORROR añadido:


Cambian los tiempos, los disfraces 
de los emperadores y los mandarines del reino:
los latidos de algunos corazones no.

Salud, Rodrigo.

Vicente Muñoz Álvarez

martes, 6 de diciembre de 2022

REGRESIONES EN LA NUEVA CRÓNICA



"En los 80 todo estaba permitido si era creativo"

Vicente Muñoz acaba de publicar una edición corregida y ampliada de su emblemática publicación de 2015 ‘Regresiones’, una novela autobiográfica que es también una crónica del León subterráneo y alternativo de los ochenta que vivió una verdadera eclosión cultural.

La Nueva Crónica /Joaquín Revuelta | 01/12/2022

Ante una primera pregunta un tanto imprecisa sobre el género al que pertenece ‘Regresiones’ (Literaturas Com Libros, 2022), su autor, Vicente Muñoz, quiere aclarar que al igual que la anterior ‘Regresiones’ (Lupercalia, 2015) «es una novela de no ficción porque es absolutamente autobiográfica. Casi toda mi obra lo es, pero esta en concreto cuenta mi experiencia entre los 70 y los 90. Arranca cuando soy niño, se centra básicamente en el León de los 80, en la movida musical, etc, y termina más o menos en los 90», señala Muñoz, cuyo libro es una revisión ampliada de la emblemática publicación de 2015. «Han pasado siete años y la editorial que lo publicó, Lupercalia, cerró. El libro se agotó y hoy es prácticamente inencontrable. Durante estos siete años he seguido escribiendo otras muchas cosas, pero hubo bastantes textos que salieron al hilo de este libro. Algunos habían quedado fuera de la primera edición, luego otros los escribí durante este periodo y le iban como anillo al dedo. Creo que es el broche perfecto. Siete años después, como que se cierra un círculo, y quiero pensar que la novela está ahora más completa y definitivamente terminada».

‘Regresiones’ discurre mayormente por el León subterráneo de los años 80, una época que Vicente Muñoz no duda en describir, al menos desde su experiencia personal, como hiperactiva, muy ilusionante y de una creatividad absoluta. «Si tuviera que definirlo en dos palabras diría creatividad absoluta, por la gente que era creadora, obviamente. Había más grupos musicales que nunca, mucha actividad en todos los frentes y un montón de bares alternativos. En los 80 todavía estaba empezando a escribir, pero como bien sabes era músico de una banda de rock, Veredicto Final, por lo que viví en primera persona aquellos años que fueron una locura colectiva a nivel musical. Aparecieron un montón de grupos, desde los más conocidos y que están en la mente de todos, Cardiacos, Deicidas, Positivos, Ópera Prima, Flechazos, hasta muchos otros que como nosotros han dejado algunas grabaciones. Recuerdo salir cuatro veces a la semana a ver conciertos en directo y la verdad es que para un chico de 20 años aquello era realmente fantástico».

El libro se prolonga hasta los 90, una época de mayor normalidad que difería de la efervescencia cultural que caracterizó la década anterior. «Con la llegada de la democracia hubo una eclosión de actividad creativa que no había tenido ni antecedentes ni parangón en cuarenta años. Toda esa actividad eclosionó, por lo menos en las pequeñas capitales de provincia, León incluida, en la primera mitad de la década de los 80. A partir de los 90 todo se normalizó, por decirlo de alguna manera. Esa libertad que nos otorgó la democracia se convirtió en la norma y quizás en los noventa digamos que se consolidaron todos estos parámetros alternativos que habían explotado con un carácter mucho más festivo en los ochenta. A partir de ahí se estandarizó y se hizo norma. Sin embargo a principios de los ochenta, sobre todo cuando empezaron a salir las primeras bandas de la Movida, Siniestro Total, Aviador Dro, Parálisis Permanente, a nivel musical era pasar de los abrigos Loden a las chupas de cuero, de los flequillos yeyé a las crestas de los punkis, a los siniestros y a los góticos. Aquello era básicamente muy muy divertido, al menos para los que lo vivimos en primera línea y bailamos en todos aquellos conciertos de La Tropicana, de La Mandrágora o del Toisón por supuesto».

Vicente Muñoz cree que el nacimiento de la Universidad de León, a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, contribuyó a crear aquel caldo de cultivo en el sentido de que la gente ya no tenía que irse fuera para empezar o terminar sus estudios universitarios. «El principal factor es la presencia. Aquí empezamos a poder quedarnos gente que a partir de los 18 antes no estaba dentro, con lo cual se creó una generación de gente con formación universitaria que pudo apoyar precisamente a todos esos movimientos. También recuerdo, al hilo de tu libro, aunque yo entonces estaba más centrado en la música, las inolvidables sesiones del Cine Club Universitario en Empresariales. Yo recuerdo haber visto las mejores películas de mi vida de aquella época, ‘Tras el cristal’, ‘Angustia’, etc, en aquel cine que tenía algo de culto. No era ir al cine sino a ver ‘Arrebato’ de Zulueta, que era como decir que estábamos empezando una España nueva, que fue realmente lo que sucedió, comenzó una España nueva que en aquellos años se desarrolló en toda su plenitud, con un espíritu totalmente de celebración, festivo, y por supuesto la Universidad contribuyó a consolidar aquel movimiento», sostiene el autor de ‘Regresiones’, que comparte la impresión de que aquel período no se halla suficientemente documentado. «Efectivamente y es muy sorprendente. Aunque me salió del corazón, cuando escribía este libro me sentía de alguna manera cronista de una época. En este sentido ‘Regresiones’ es una novela autobiográfica con aires de crónica. A nivel musical se ha escrito mucho en artículos y se ha hablado mucho de Los Cardiacos, Los Flechazos y otros grupos punteros, pero a nivel literario no hay ningún libro que hable de aquellos años ochenta que fueron absolutamente deslumbrantes. Por eso te digo que escribiendo el libro me sentí cronista, lo primero de aquella movida musical, pero también del León de esa época».

Con los noventa se acabó la fiesta y llegó el desencanto. Así lo reconoce Vicente Muñoz en la última parte de ‘Regresiones’. «Viene a hablar un poco de eso, de cómo toda aquella idea tan libertaria, tan festiva –no sé si es por la evolución natural de cualquier proyecto de este calibre– fue apagándose. Todas las revoluciones culturales se quedan un tanto cortas en cuanto a las expectativas generadas. Y más en concreto la nuestra, porque aquella libertad y aquella creatividad que se dio a partir del año 75 se ha venido abajo. No existe un momento histórico desde entonces en el que estemos más controlados, en el que haya más tabús y absolutamente temas intocables como este presente. Todo lo que hicimos en los ochenta sería prácticamente impensable en estos momentos. Tuvimos la suerte de vivir aquella libertad, para lo bueno y para lo malo, a veces se mal interpretó, otras se aprovechó, pero desde luego nuestro presente no tiene nada que ver con aquellos ochenta, donde todo de alguna manera estaba permitido si era creativo. Por desgracia no se parece a este presente en el que estamos amordazados por la reeducación que nos quieren meter desde las administraciones».

Vicente Muñoz reconoce haber concebido ‘Regresiones’ como «un broche» a la primera edición, «precisamente por esa idea que te he comentado de que me parece una crónica del León subterráneo y alternativo de los 80 y porque me parecía que habían quedado todavía algunas cosas por contar. Esta editorial está reeditando mi obra en prosa, pero ‘Regresiones’ no es una reedición sin más. En realidad es una edición ampliada y revisada, donde he incorporado algunos capítulos que me parecía que en su día no había desarrollado lo suficiente. La idea es que quede ahí y en cierto sentido es un poco mi legado a esta ciudad que centra toda mi obra».


miércoles, 19 de octubre de 2022

RODRIGO CÓRDOBA QUE ESTÁS EN LOS CIELOS



La segunda época de Vinalia Trippers no hubiera sido posible sin el impulso y aliento del editor Rodrigo Córdoba: de él fue la idea de resucitar en el año 2009 el fanzine, él se encargó del diseño, la maquetación, la impresión y la distribución, y de volver a encender su llama... Plan 9 del Espacio Exterior, Trippers from the Crypt, Spanish Quinqui, Duelo al Sol, Helter Skelter y Del fondo, con sus correspondientes Poemash, Especial Raúl Núñez, Master of Horror, El Ángel, Deseo de ser Piel Roja, Santa Sangre y Dolores de Poesía en los bares, fueron las joyas que nos regaló, además de su generosidad y amistad, su casa y su corazón... Editor, también, de Zoográfico Ediciones, que catalizó a los mejores cerebros de nuestra generación, e impulsor de la más elegante cultura subterránea del foro, la notica de su trágica muerte nos deja huérfanos y de luto para toda la vida... Buen viaje, hermano, allá donde ahora estés: que la Tierra te sea leve.

Vicente Muñoz Álvarez

sábado, 20 de agosto de 2022

MALOS RECUERDOS por JESÚS PALACIOS



Ahora que está otra vez tan de moda reivindicar el cine y, en general, el pasado quinqui en nuestra cultura popular, nos ha parecido oportuno rescatar este breve pero intenso texto, publicado originalmente en el estupendo fanzine leonés Vinalia Trippers, en su especial Spanish Quinqui, editado en 2013 con portada del siempre grande Miguel Ángel Martín, en el que tuve la fortuna de colaborar, como en otras ocasiones gracias a la amable invitación de Vicente Muñoz Álvarez, uno de sus principales responsables, escritor, poeta y figura fundamental de la contracultura en la capital leonesa. Espero que aporte una visión distinta del fenómeno, algo menos sentimental y nostálgica que la habitual en muchos de entre quienes no vivieron los “viejos buenos tiempos” de El Torete, El Vaquilla y los demás:

La mitología quinqui me produce profundos sentimientos de amor/odio. O solo de odio, no sé. Es cierto que las películas de José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia, aparte de algunas otras que se apuntaron al carro, como Deprisa, deprisa de Saura, constituyen un fenómeno popular fascinante. Un genuino cine de género hispano, con profundas raíces en una coyuntura sociocultural, cuyos ecos siguen resonando en nosotros a día de hoy. Un cine comercial, del pueblo y para el pueblo, con algo de serie negra, algo de denuncia social y mucho de exploitation, que dicen los anglos. Un encuentro singular entre realidad y cine, como demuestran El Torete o El Vaquilla, antihéroes del género tan auténticos como la vida misma. El problema, de hecho, es que son demasiado auténticos para alguien como yo, que vivió su infancia y adolescencia en los 70, en el madrileño y satánico Carabanchel Bajo, junto a la Calle de la Vía, en un lugar llamado Colonias Experimentales… El problema es que yo conocí a los héroes del cine quinqui en mis propias carnes. Y no era nada divertido.

Recuerdo cuando cruzar la Calle de la Vía, hoy saneada y urbanizada como una absurda distopía residencial, era arriesgarte a perderlo todo: la bici, la paga, los chicles, el balón, la cartera (del colegio, claro), los cromos, los libros de texto. Y hasta la vergüenza (o sea, los pantalones). Recuerdo cuando pagabas un impuesto revolucionario por salir de clase, en el Colegio Nacional República del Ecuador, en mitad de un descampado, para volver a casa entero, con todos tus bienes y sin un ojo morado. Recuerdo cuando, una vez, apenas pudimos escapar ―éramos cinco o seis chavales―, de “las ruinas”, como llamábamos a otro descampado próximo coronado por un bloque de edificios sin terminar, ominosos esqueletos prehistóricos de hierro y cemento, acosados por una pandilla de quinquis que se divertía arreándonos pedradas y amenazándonos con palos y navajas. Me acuerdo de compañeros quinquis, ya en octavo de E. G. B. y en los primeros años de B. U. P., de los que me hice “amigo”, para que me protegieran de sus colegas ―esos “colegas” de Eloy de la Iglesia―, y de ellos mismos. Les compraba por veinte duros libros y cómics robados en grandes almacenes, y así les ayudaba a pagarse el caballo suyo de cada día. A veces, les sacaba anfetas de la farmacia sin receta, porque yo era payo y tenía cara de bueno.

Pero lo peor es que me acuerdo de cómo me alegré cuando empezaron a caer. Me alegré cuando uno se mató en el metro, saltando de vagón en vagón, perseguido por la poli. Me alegré cuando comenzaron a quedarse en los callejones, en las chabolas abandonadas, con la jeringuilla colgando del brazo, pálido y lleno de agujeritos. Me alegraba, cada vez que sabía de alguno que se estrellaba con la moto. Me alegré cuando supe que La Banda del Cobeta ya no tenía Cobeta, porque lo habían enchironado (y la palmó allí)… No, no me gusta demasiado el cine quinqui. Salvo los finales de las pelis, claro. Esos sí. Esos los sigo disfrutando hoy.

Jesús Palacios