“Cuando un día que usted sabe que es miércoles comienza como si fuese un domingo, algo anda muy mal en alguna parte”
El Día de los Trífidos (John Wyndham, 1947)
Quizá desde el momento en que George A. Romero realiza su primera película sobre los muertos vivientes, reflejo de nosotros mismos, o para los que lo prefieran, de aquellos con los que convivimos a diario, la sociedad toma conciencia de que no hace falta mucha ficción para descubrir el lado monstruoso del ser humano. La moraleja de La Noche de los Muertos Vivientes, que bien podría resumirse con un nihilista ‘todo está podrido’ –y nunca mejor dicho-, dejó en las retinas del público primero, y en el cuajo después, una nueva modalidad de horror. Con esta alegoría de los ricos y los pobres inicia su personal ‘mitología zombi’, que Palacios compara con la del mismísimo Lovecraft.
George A. Romero creó un clásico con un presupuesto de risa y un equipo prácticamente desconocido hasta el día previo al rodaje, formado en su mayoría por amigos y parientes. The Night of the Living Dead, título definitivo tras considerar Monster Flick, The Night of the Flesh Eaters o el evocador Night of Anubis, es así gracias al asombroso ritmo que Romero imprime a cada minuto: desde la famosa escena del cementerio –“vienen a por ti Barbara”-, rodada en la ciudad de Evans con Barbara (Judith O’Dea) y Johnny (Russell Streiner, productor del film) hasta la trágica muerte del protagonista Ben, interpretado por Duane Jones. Además, el metraje puramente gore se comprime en unas cuantas imágenes rápidas, dejando llevar al resto del film el peso del horror en sí mismo.
Todo ello unido a la lóbrega representación de Pittsburgh, filmada deliberadamente en blanco y negro, sirve de escenario para el desarrollo de personajes como los citados y otros tantos como la familia Cooper, interpretada por Karl Hardman (que estuvo a punto de dirigir la película animado por el propio Romero), Marilyn Eastman y la espeluznante Kyra Schon, icono oficial del film en el papel de Karen. Y especialmente, sirve para la presentación en sociedad del primer zombi postmoderno. El papel de Bill Hinzman en el cementerio, brillante y definitivamente divertido, es pura historia del cine de terror. Esto es así hasta el punto de que el de la grandiosa White Zombie (V. Haperin, 1932), el primer muerto viviente plasmado a 24 imágenes por segundo, se queda fuera de juego. El zombi, en su abominable existencia, salió de la tumba el 1 de octubre de 1968, el día en que se estrenó The Night of the Living Dead en el Fulton Theatre de Pittsburgh, Pensilvania.
David J. Skal afirma que La Noche de los Muertos Vivientes marca el final de una era al tratarse de la última película de terror tras las agitaciones post-Vietnam del 68. Pertenece por tanto a ese notable grupo de películas únicas, que se diferencian insuperablemente del resto, hipnóticas, de esas que ni con la mejor de las voluntades podría llegarse a repetir. Fue durante mucho tiempo mi ‘película test’, con la que ponía a prueba el gusto de la gente que me rodeaba. Apenas mantengo contacto con aquellos a los que no les gustó.
Javier Ordás
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